lunes, julio 31, 2006

Hipodromo

Los árabes también buscan sus más lujosas indumentarias para asistir a las noches de ostentosidad y poder del Madrid de principios de siglo. Los madrileños les imitamos en la costumbre y nuestras damas se visten haciendo gala del glamour de sus figuras resaltadas a la tenue luz que baila en el interior de las jaimas.
Con el brillo en los ojos del que espera de la noche el recuerdo de un mágico momento de verano, la sombra de Bosco se deslizó por la arena que cubría de misterio el Pitacar, moviéndose sigiloso por la luna de Tarifa.
Una ronda, dos rondas para un encuentro meditado en la luna del desierto. Pero Bosco sigue sin encontrar aquello que busca. Hugh ni siquiera llegó a bajarse del coche. Y la sombra del que yacía se disipa para dejar paso al acento extranjero que disfruta como nunca del aire lujoso de esta noche de Madrid.
La magia desaparece en unos sofás en la luna de poniente. La vista hacia las pistas solo echa de menos un guiño de la luna casi nueva. El gentleman disculpa la presencia del mar. Y la humedad de la noche trae frio a los generosos escotes que nos rodean.
Unas fotos con PitaGil por tener algo para recordar.
El domingo me despierta sin energía, con algo de mal humor. Algo sin razón. La sinrazón de un cambio de més en verano.

viernes, julio 28, 2006

A night in Madrid

Siempre me han encadilado las luces de este Madrid una noche cualquiera de verano.
Ayer, mientras esperaba a que los días se deslizaran mes abajo hasta agosto y las vacaciones, ayer, mis pasos de nuevo se encaminaron a una noche de cena, de risas, de copas.
No fue nada realmente especial. Un supuesto jueves de los que paga la empresa que terminó abruptamente pasadas las doce agotado por el cansancio de todos. Mari Luz nos deleitó con sus hazañas, sin ser conocida y sin estar presente, preparando nuestro encuentro para la próxima semana.
Y al despedirme, al tomar el coche de nuevo para regresar a casa, decidí que aplicar aquel carpe diem del que tanto suelo hablar y que al que no siempre hago honores.
Y mientras mi cabeza me decía que necesitaba dormir, mis manos y mis pies, insconcientes, me empujaron hasta el parque, hasta esa cuesta donde ya no pueden pasar los coches, donde las señoritas no se sienten ya a gusto y donde se puede pasear, donde se puede respirar el aire falsamente puro de ciudad, donde se puede recordar con la radio a tope aquellos veranos de astronomía en los que las estrellas guiñaban sus puntas.
Un momento de sosiego para alcanzar el equilibro espiritual, para olvidar esa pequeña decepción que me inunda cuando mi cuerpo no es capaz de seguir el ritmo de mi cabeza, cuando veo que a los demás les pasa igual, cuando el peso de la semana acaba con nosotros después de trabajar.
Un momento para soñar con algo que al final no hice y que imagino desde mi cama, tranquilo, perturbado solo por el tono de un teléfono.
Son las 00:30. El encanto desaparece.
Y por fin corre un poco de brisa en la noche de Madrid

lunes, julio 17, 2006

Brasil Brasileiro

Todo va bene.
Batucada. Un niño. Jongó. Bongó. Blancos santeros. Raices brasileiras. Revista. Malandro nos canta. Samba, sambas, más sambas.
Carnavais, Apito no samba brasilerinho. cançao da volta.
Professionalismo.
Canta Brasil Batucada de nuevo. Lambada y Aquarela do Brasil.
Lo que el resto de la Tierra llamamos vibrar y palpitar, expresarse y trascender, esta noche se llama sambar, un verbo que designa, más allá de las formas en las que se baila, un modo de sentir, de entender y de vivir.
La única expresión válida es la del cuerpo. Ideal, atlético, moderno, libre de inhibiciones, sexual, malabar de capoeiras, sensual de lambadas (Dios!, la lambada!), mezcla de ritos y misterios de jungla y ciudad, mezcla de lo sexual, lo sensual, lo tradicional y lo cotidiano.
Percusión, flauta, lundú, maxise, choro, shoriho...
Una fake Aretha, y una morena, una mulata, una joven pasista de caderas increibles.
En suma, una noche mágica que se hace preludio de un viaje que, inexplicablemente, se retrasa.

lunes, julio 10, 2006

Franky

Franky, te quiero mucho
Porque aún después de muerto eres capaz de hacer mágico un momento.
Eso si, necesitas una pequeña contribución: la ilusión de la gente.

Marquesa, me encantará que la próxima vez confíes en la fuerza de mis brazos y te dejes caer...porque solo así, sin preocupaciones y olvidandote podrás disfrutar de verdad, dejandote llevar.

¿y tu? ¿Te atreves a pasartelo bien?

Es difícil salir de la rutina.

Pero solo para aquellos que no lo intentan. Y es que basta con usar tu imaginación.

Algunos ven una piscina. Yo veo la playa.
Algunos ven algo de cesped. Yo veo arena, palmeras.
Algunos ven sueño, la gente habitual que no se lanza a decir nada. Yo veo muchos amigos que se lo pasan bien cantando, viviendo, sonriendo, gozando.
Algunos oyen una canción más en el CD. Yo escucho los sonidos de una noche de verano al ritmo brasileiro, a tope, con los timbales, los bongos, los tambores.
Algunos ven a un loco vestido de idiota. Yo veo la ilusión por pasarlo bien y disfrutar la vida.

Eso si, me empiezan a fallar algunos por cansancio...y es que " carpe diem, duerme cuando mueras", pesa un poco...

Playing the summer

Los paréntesis son como sueños.
Los viajes son astrales.
Los lunes son duras vueltas a la realidad.
Cuando la luna encamina sus pasos hacia ese blanco esplendor que ilumina mis noches de locura, el tiempo pierde su sentido. Pero después, con el culmen del circulo completo, las sombras bajan a teñir de niebla mis pasos entre los árboles de un bosque en el que se difumina el sendero que quiero seguir.

De repente, una noche, como hidalgo anónimo en la corte del rey, asisto al renacer de los clásicos. Gil Vicente me lleva a la época de Lope. La luna en el horizonte, engalanada de brumosos vestidos encanta un ambiente que no se impregna en mi alma.
Mis ojos no muestran ya el brillo de antaño pues la ilusión es difícil de mantener y la cura de espanto de tanto tiempo atrás pierde mi concentración. La noche se termina de sopetón, cuando apenas la empezaba a disfrutar.
Al amanecer de nuevo un oásis. Pero esta vez la magia es distinta. Porque la repetición mata a la sorpresa.
Y es que cada día exigo más, no lo puedo evitar, y pido el máximo a la vida y a mi mismo.

El resumen es mucho mejor de lo que pueda parecer a raiz de lo anterior. Porque hay un resumen para este juego, un nuevo paréntesis que me trae felicidad haciendome olvidar ese día a día y aquellos errores del pasado, unos amigos que me traen alegría, a los que espero traer también la misma y un arrocito rico rico, unos copazos especiales, una noche de copas que no pude dejar pasar, una batalla en la piscina, una representación total, un partido de paddle, un concierto brasileiro, en suma, un fin de semana especial.

viernes, julio 07, 2006

A night in Brasil

Una vez más, jueves de verano. Esta vez la empresa no pagará demasiado a la mañana siguiente. La noche no termina demasiado tarde. Movimientos conservadores para preservar energías.
Una fiesta, movimientos de colores verdi-amarillos en un escenario donde los timbales y los ritmos cariocas hacen las delicias del público
Noche alternativa mezcla de canutos en manos de moteros con Harley y brigadas de guiris que hacen su mes aprendiendo español en Madrid. Algunos peinados de cabeza completa y caida lateral se pierden también.
Lo mejor, desde luego, la música, el grupo y su lider (657132227, si, no preguntéis como conseguí su teléfono, pero si queréis algún pase privado, ya sabéis)
Por lo demás, un jueves conservador en el que se sucedieron algunas alegrías por asistencias semisorpresa de otras convocatorias y en el que se echó de menos de forma notoria la presencia de valores que en otras condiciones, otros años quizás, no hubieran faltado por nada del mundo.
Repetiremos los jueves, confío en que con mayor asistencias en próximas convocatorias.

martes, julio 04, 2006

Amigos para siempre if you want to be my friend

Seguimos con recuerdos para el 92. Será la nostalgia, ¿no crees?
Esta vez con la historia de mi amigo Alfonso. ¿conoces a Alfonso? Yo le conocí hace poco. Cuando nuestros caminos, ya vés, se cruzaron.
Y quiero recordarle por su historia, tan bonita y a la vez lastimera.
Alfonso desconfía por defecto. No se fía prácticamente de nadie. Menos de Laura. Laura le comprende, entiende lo que siente, le escucha cuando habla, se preocupa por sus pasiones y sus miedos...
Alfonso también ha aprendido a llamar a Laura. Sólo para preguntarle que tal está. Como se siente, que motivos impulsan su llanto o su sonrisa. Y sin saber por qué, Alfonso es feliz cuando Laura sonrie. Laura tiene una sonrisa tan bonita.

Alfonso estaría encantado de enamorarse de Laura. De sentir algo más por ella. Algunas veces, cuando llega a casa, Alfonso me llama y me cuenta, ¿tu qué crees? Yo no puedo decir nada...pero el mismo se responde. Se dice a sí mismo. No la amo, no hay pasión.

Mónica es el gran amor de Alfonso. Monica es perfecta por las noches, en su casa, los dos solos, pasión, sexo, pero nada de amor. Alfonso no confía en Mónica. De hecho, sospecha que Mónica le clavaría un cuchillo si pudiera y, en la soledad de su apartamento se imagina como Mónica le traiciona cuando el mas entregado está, por la noche, en la cama.

Alfonso le gustaría que Mónica fuera como Laura. Pero no lo es.
Somos inconformistas. Y decimos que la vida no es justa. ¿lo és?

¿y tu qué hacías en el 92?

Un niño de 17 se comía el mundo. Mientras Malasaña vivía el fin de la movida y las personas se destruían, se carcomían en el 2 de Mayo, el niño iba al cine, pasaba por misa antes de saludar a la vendedora de enfrente, conocida, amiga quizás, de algún familiar. A la noche los pasos se encaminaban a las zonas pijas. Avenida de Brasil, esos parques llenos de arena, los pubs, el Karak enfrente del templo de Debod.
Mientras la crisis se cernía sobre nosotros. Era el verano del 92 y a nadie le importaba que en Barcelona se inaguraran los juegos olímpicos. O mejor dicho, todos miraban con expectación, esperando ver la grandeza, la misma de esa selección que todavía hoy piensa en ganar destrozada frente a Francia.
Ya no tengo perro que llevar a pasear al 2 de Mayo. Su dueño, tan querido, tampoco está. Aquella casa del Madrid de los Austrias también se ha perdido.
Y he ganado maldad, malicia, resquemor, experiencia.
Todo a cambio de la ilusión y la inocencia.
Dicen quienes me conocen que los 30 es la mejor época de la vida. Pero sigo añorando esos 17-20 por su vitalidad. Su preciosa juventud, su inocencia llena de energía.
¿Quién pudiera combinar la pasión con la sabiduría?

El precio de la felicidad

Ella siempre lloraba. Todo le afectaba. Porque este mundo siempre había sido y será así de horrible.
Cuando aquel que se cruza en su camino decía algo en un tono menos delicado ella se sentía afectada. Cuando aquel director de banco le decía prepotente que no, ella lo sentía y su frende forjaba una arruga más. Cuando aquel doctor le decía que no tenía nada lloraba porque ella, se seguía sintiendo mal. Cuando ese familiar querido le decía que la quería, ella lloraba, porque no sabía, creía, que no podía confiar en nadie más.
Porque ella se sentía sola. Porque nadie nunca supo comprender que lo que ella necesitaba era alguien que estuviera a su lado, que, a veces, la cuidara.
Pero un día, de repente, ella aprendió a soñar. Se dió cuenta que cada lágrima que desprendía, al día siguiente sólo ella la recordaba. Y que los que aquella tarde la habían consolado al día siguiente la habían olvidado. Así que decidió convertir sus lágrimas en sonrisas. Y cada día recordar la sonrisa del día anterior para poder compartirla con los demás.
Es una pena que esta segunda parte no sea verdad porque la gente no cambia tan fácilmente. Ojalá un día tu seas capaz, amiga mía, porque así todos veremos que irradias felicidad. Un poquito más de felicidad.

Oasis

El camino era duro. Sin embargo, aquella tarde encontré un oásis. Me habían dicho donde estaba y las fiestas poco decorosas que, en ocasiones, allí se celebraban. Así que abandoné las murallas de barro de mi ciudad donde toda la mañana había estado poniendo orden en mi recién construída nueva morada.
El vergel realmente no estaba lejos. Pero el peso del calor durante la labor de la mañana hacían que al respirar notara esa sequedad en la garganta en este Madrid nuestro, a comienzos de este mes de Julio, cuando el asfalto del camino levanta espejos grises que reflejan los rayos de sol.
Mi ciudad ha perdido su encanto. Lo sé. Los muros de barro se tornan en rascacielos y edificios de ciudad. Y la magia de la arena que flota cubriéndolo todo no es más que pestilente polución.
Pero el oásis está cerca. Y al llegar todo vuelve a tornarse en sueño. El agua espera, primero algo fría, luego ya da igual. Los bordes de la piscina se desvanecen como orillas de arena. El verde cesped que nos rodea y algunos árboles aparecen en mis pupilas como altas palmeras y frondosa vegetación que rezuma agua.
La música es estraña. En mi oásis no hay música árabe sino que suena Franky. Habla de New York, de amor. Y mis ojos se cierran buceando en el azul de los cocktails que se agitan en mis manos. Curaçao, Oasis, Piña Colada.
Los aspersores se disparan como un geiser a nuestro alrededor. Es la lluvia que cae en este rincón del planeta que, esta tarde, nos hemos atrevido a crear.
Son momentos. Los de ese baile entre risas del que no nos acordamos, el de esos amigos que se dejan llevar por la música. Los de ese fresco que nos pone la carne de gallina al borde de la piscina, de esas toallas que se mojan, de esa pelota que no se sabe donde está.
No necesitamos más. Quizás algo de comer, algo sencillo, ¿pizza quizás?

Un recuerdo imborrable para poder recordar. Algo sencillo. Un paraiso, en la ciudad.