martes, julio 04, 2006

El precio de la felicidad

Ella siempre lloraba. Todo le afectaba. Porque este mundo siempre había sido y será así de horrible.
Cuando aquel que se cruza en su camino decía algo en un tono menos delicado ella se sentía afectada. Cuando aquel director de banco le decía prepotente que no, ella lo sentía y su frende forjaba una arruga más. Cuando aquel doctor le decía que no tenía nada lloraba porque ella, se seguía sintiendo mal. Cuando ese familiar querido le decía que la quería, ella lloraba, porque no sabía, creía, que no podía confiar en nadie más.
Porque ella se sentía sola. Porque nadie nunca supo comprender que lo que ella necesitaba era alguien que estuviera a su lado, que, a veces, la cuidara.
Pero un día, de repente, ella aprendió a soñar. Se dió cuenta que cada lágrima que desprendía, al día siguiente sólo ella la recordaba. Y que los que aquella tarde la habían consolado al día siguiente la habían olvidado. Así que decidió convertir sus lágrimas en sonrisas. Y cada día recordar la sonrisa del día anterior para poder compartirla con los demás.
Es una pena que esta segunda parte no sea verdad porque la gente no cambia tan fácilmente. Ojalá un día tu seas capaz, amiga mía, porque así todos veremos que irradias felicidad. Un poquito más de felicidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero al rayo que se anuncia,
a la lluvia que reúne la tierra cuarteada...

Anónimo dijo...

Palabras similares me ha dicho un amigo no hace mucho tiempo, quizás tan sólo unos minutos... ;-)

La gente no cambia tan fácilmente, pero a veces -sólo a veces- es mucho más fácil de lo que creemos.