domingo, febrero 22, 2009

En voz baja.
En voz baja se dicen cosas, muchas cosas, las cosas más importantes.



A veces se dicen cosas intimas.
A veces se dicen cosas que no se sienten, sino que simplemente se dicen.
A veces se susurran cosas que da miedo decir.
A veces se da la llave de los sentimientos y del corazón.

Para eso supongo que hay que tener corazón.

Y en alta voz se dicen muchas más cosas. se dice aquello que sale de la boca sin pensar.
En voz alta se rie, se baila. Se dicen y se hacen también cosas bonitas. Pero no se perciben igual de íntimas. Igual de agradables. No parecen salirnos de dentro.

Suponiendo que haya un "dentro"

Es domingo por la tarde, un domingo de invierno que torna a su fin. Sigue habiendo frio pero pasan ya de las seis y aún el sol entra por mi ventana. Y en momentos puntuales se puede pasear por la ciudad sintiendo la piel caliente bombardeada por los rayos del sol. Solamente momentos fugaces. Pero momentos que nos animan porque los días largos están a la vuelta de la esquina.

¿Qué puedo decir?
Se me acumula trabajo en varios frentes. Pero estoy contento porque todo huele a reto.
Duermo poco. Muy poco, en parte porque no paro de una en otra, en parte porque no sirvo para estar tanto tiempo en la cama ¿o sí? Dice alguien que me conoce que tengo que rebajar el ritmo para asentar cabeza. Y simpere que lo dice me pregunto si podré asentar cabeza alguna vez. Si querré.

Una semana junto al mar sin siquiera verlo apenas desde el avión. Cenas y comidas compartiendo mesa con vidas distintas que no son capaces de descubrir lo que se esconde en aquel que se sienta enfrente.

Casas grandes, muy grandes, con familias típicas americanas con tres hijos y una madre que viaja por trabajo a la vieja Europa descubriendose inocente, descubriendo muy buen fondo mientras en la noche de los tiempos encuentra por sorpresa pequeños placeres inocentes, comidas, cenas, pescados, frutas, infusiones y pacharán. A su lado la más dispuesta, aquella que en su juventud visitó este país de regalos de cumpleaños. Aquella cuyo fondo menos inocente no se puede ocultar tras una sonrisa y unas gafas. Entre ellas caras más sinceras, gentes menos miradas, inglesas y belgas y el elemento políticamente incorrecto, nexo de todos ellos, esta vez en forma de pendiente sueco en la oreja izquierda.

Mientras asisto a estos juegos mi mente lucha consigo misma porque quiero irme al norte de la ciudad, quiero escapar, quiero arriesgar y dejarme llevar por el placer. Quiero perderme en la pasión.
Y en ocasiones lo hago.
La semana es como un sueño; un sueño que se construye de la noche a la mañana, algo grande, que se desvanece dando paso al sueño de otros. Miles de personas que van y vienen, que entran y salen, que hablan, rien, y todos como individuos parte de un mismo todo.
Luces, colores, juegos, más juegos...pasión, puestas a tierra, más pasión. Cubitos de hielo. Frío, brisa, mar. Críticas de un conductor, cenas especiales, palabras en otros idiomas, juegos de palabras.

Y mi mente, entretanto, pensando en los tomatitos cherry.

Feliz fin de invierno, my friends.

martes, febrero 17, 2009

Tomatitos Cherry

¿Cuándo te das cuenta?
Estas hablando, picando algo, charlando distraidamente, riendo...
Ni siquieras tienes muy claro lo que pruebas; es más bien un acto social.
Y de repente algo explota en tu boca.

Ha sido un tomatito cherry.

Si, estaba cocido, algo pasado, pero en su justa medida y al morder, zas!
Ha inundado tu boca de color. Rojo, supongo. No es fácil mirar dentro de la boca y menos delante de tanta gente.
Pero lo sabes. sabes que el rojo líquido ha inundado tu boca.



Y como en un anuncio del último producto del supermercado tu vida cambia.

De repente aunque es febrero, aún es invierno y hace frío, los dos grados que ha subido la temperatura se notan como si fueran 20.
Es lo que tienen las fiestas. Que así empiezan.

Lo confieso. Llevo sin dormir más de 5 horas desde el miercoles pasado y la media no creo que llegue a las 4 horas.
Hoy voy a dormir 7...no me lo creo...
Es la dura vida de trabajo y vida social y ambos a veces mezclado de los últimos meses.
Clientes, presentaciones, encuentros, cenas, comidas, copas...
Y en medio de todo aquello algunos tomates. No, no de los de los calcetines. No, tomates de esos de la fruteria, jugosos, muy rojos. Y es que el tomate es muy bueno para la salud. Abundancia de tomates en las cenas de esta semana fuera.

Pero, ¡que le vamos a hacer!, estos tomates tienen poco de especial. Son eso, simplemente tomates.
Pero, ¡ay donde está el tomatito cherry! ¡donde quedó aquel que me sorprendió tan por sorpresa en la cena del sábado!
Y seguimos buscando.

Supongo que no puedo negar que me molan los tomates.

Enjoy de casi miercoles

lunes, febrero 09, 2009

Qué difícil

La mente necesita ciertas drogas que le inspiren tranquilidad. No me entendáis mal. Ya sabéis de qué drogas hablo. De esas intangibles que nos dan los momentos, las personas, esas que se reflejan en sensaciones.
Es cierto que a veces las drogas no son suficientes. O quizás resulta que nos acostumbramos a ellas y pierden su efecto. O simplemente tenemos el dudoso placer de tener mentes tan inquietas que necesitan cada vez dosis más fuertes, también dosis nuevas.

Cuando uno no tiene su dosis la mente se agita; El cuerpo se tensa; La piel pica; Los nervios extreman su sensibilidad. Acabamos viéndonos en un rincón jugando con las espinas de una rosa que encontráramos por casualidad.



Supongo que así son las cosas a veces. Porque hay un momento en el que jugar con espinas se torna aburrido. Y salir a la calle da pereza porque hace frío. Y escuchar la música no aporta nada nuevo, ni siquiera sensaciones.
Es la desidia.

Siendo honesto no sé bien como se llega hasta ahí. Pero no hay nada peor que estar de vuelta de todo. Porque se pierde la ilusión por las cosas nuevas. Se pierde todo y se tiene nada.

Por eso es importante estar atentos.
Porque ante cualquier sospecha de desidia no hay más que ser fiel a la máxima, casi un principio:
"CARPE DIEM"

Y es que el tiempo no nos lo devuelve nadie.
No podemos dejar que nadie nos lo robe.

A veces es necesario decirnos a nosotros mismos estas cosas para luego escucharnos con atención. Que son tantos los momentos en los que nos movemos con nuestras máscaras sociales que llegamos a creernoslas. Y dejamos de ser nosotros mismos.

lunes, febrero 02, 2009

Casualidades de la vida

Al hilo del post de la semana pasada me comenta facebook, que de esto parece saber mucho, que si hay una canción que me pueda caracterizar esta es "The Great Escape"


(si, David, aquí está el enlace a la canción :-)

Supongo que será por aquello de la letra, nunca mejor aplicada a eso de escapar, de encontrar un destino, un camino, un sendero, un lugar. O más o menos o al menos tomándola según nos interesa que para estas cosas es mejor siempre adoptar la visión del vidente. Ya se sabe, 100 veces creeré ver a un espectro pero nunca pasará nada. Una de las veces que lo crea ocurrirá una desgracia y entonces habrá sido una premonición

Bromas aparte, simplemente me ha hecho gracia. Y lo ha hecho en un fin de semana un tanto aburrido, de esos de a ver si se termina ya el mal tiempo y sin embargo no deja de nevar. De verdad, se trata nada más de que aparezca el sol, nada de subidas bruscas de la temperatura. Mi melanina lo necesita. Mi piel...

Porque ya va siendo hora, de verdad. Hora de poder salir a la calle menos abrigado, de poder hacer deporte al aire libre sin que las manos se tornen rojas, de poder olvidar si va a llover o no...

Supongo que alguno de los lectores que me acompañó este fin de semana habría esperado algún comentario más...no sé, más críptico, más lleno de contenido, una de esas elucubraciones que nadie entiende pero la verdad es que de momento prefiero no hablar del destino, de lo que vendrá, de lo que deparará las próximas semanas. No me interesa. Carpe Diem. Esta vez más que nunca.

Pero...bueno, vale, no me puedo contener...solo un comentario. Encontrar la felicidad en los pequeños detalles por tontos que sean es necesario y bonito. Sin embargo en otros momentos es peligroso porque queremos fijarnos en detalles que no estamos seguros del todo de que nos hagan felices. Hasta el punto de que cuando tenemos que decidir no sabemos por donde tirar.
Supongo que los dioses griegos o egipcios tendrían estas cosas más claras. O, más aún, los romanos que hacían gala de su existencia de una forma mucho más superficial, sin entrar en debates filosóficos.
Por eso hoy prefiero sentirme romano. Un romano totalmente superficial.