martes, octubre 24, 2006

De estudiantes, profesores y futuros

Algunos no lo sabrán, pero normalmente, al terminar ( es un decir) mi jornada laboral, me dedico a completar mis ingresos dando clases. Algo informal que, sin embargo, se lleva 3 horas diarias de mi vida de lunes a jueves pero que me ayuda a pagar la hipoteca de mi apartamento.
Es una actividad que siempre me ha gustado. Primero porque se ve como los alumnos van progresando, como van formándose (y me refiero a como cambian desde que tienen 12 o 13 años a cuando tienen 18 o 20) y también porque su día a día me recuerda aquella época de mi vida de la que guardo gratas pinceladas de color (será porque los grises tienden a quedar camuflados entre el gris de este cerebro mío)
Podría contar historias a miles. Y es que pasan ya de los diez años (si, empecé muy joven en esto...en la época de universidad)
Desde los más listos que simplemente son vagos hasta los más estudiosos que les cuesta algo más. Desde los que tienen problemas familiares de índole machista (si, en pleno Madrid del siglo XXI eso aún existe) o de muchas otras índoles hasta los que tienen problemas de hormonas (especialmente a finales de curso con 16-18 años), tanto ellos como ellas.
Siempre he intentado enseñar, aparte de matemáticas y física, algo más. Tonterías como que se estudia para aprender, para saber, por superarse a sí mismos, no por aprobar, con el objeto de que encontraran una motivación más alla del castigo sin salir, sin ordenador o sin playstation. Siempre he intentado ser comprensivo aunque sin dejar de exigir. Al fin y al cabo, más vale un 5 con esfuerzo que un 8 por la gorra de quien podía haber sacado un 10.
Siempre el objetivo era el mismo. Descubrir que en la vida hay que luchar para salir adelante y que la vida es bastante más complicada de lo que parece en un colegio o en un instituto (y quizás metería también los primeros años de universidad)
Pero, quizás por estos altibajos otoñales de este otoño que ya sabéis que me está encantando pero del que los atascos mañaneros (hoy estoy contento porque solo he tardado 50 minutos en llegar) y otras cargas me hacen hartarme y desear fines de semana más largos, ultimamente me da tristeza escucharme.
Y es así porque sé que por mucho que estudien y se esfuerzen además necesitarán suerte en la vida. Y que por mucha carrera que hagan, necesitarán esfuerzos adicionales para conseguir un trabajo donde les paguen un sueldo suficiente para poder alquilar/pagar una hipoteca y hacer su vida sin renunciar a algunos pequeños lujos. Porque tendrán que asumir el riesgo del fracaso si quieren lograr el éxito.
Por supuesto que se podría decir que siempre hay quien está peor (y no hay que irse a Africa para buscar ejemplos). Después de todo es un pequeño privilegio el poder estudiar.
Pero me da rabia que el esfuerzo y sacrificio de unos padres porque sus hijos estudien para llegar más allá que ellos, el esfuerzo del día a día, con sus ilusiones y miedos de niños de 15 años, llantos y risas de juventud, en suma, no sean suficiente para garantizar una cierta estabilidad...que ya la vida se encargará de venir cargada de otros problemas (oye, y de sorpresas y alegrías también, eh!)
Y estaba yo ayer de camino a casa en el coche...y no sé muy bien por qué pero me vino a la cabeza una historia de la amistad que mi Alzehimer y el teléfono (tranqui, ya me funciona el bluetooth del manos libres) hicieron que se me olvidaran y de alguna forma que solo mi mente puede entender me llevó a encontrarme dando la primera hora de clase y terminar, usando finos hilos de un nexo que no entiendo yo (quizás lo entienda alguna de mis personalidades...) terminar pensando en si aquello que estaba diciendo tenía realmente algún sentido o no.
La conclusión es que si. Que por supuesto quizás el esfuerzo no lleve al éxito o a la estabilidad. Pero desde luego facilitará las cosas en mayor o menor medida.

6 comentarios:

Tomás Ortiz dijo...

Alguna vez di clases particulares a nivel muy básico, y lo cierto es que uno tiene esa sensación de si lo que está diciendo tendrá alguna utilidad. No sé la respuesta. Sólo sé que a veces no se trata de atender, no se trata de escuchar, ni siquiera de querer aprender. Muchas veces se trata simplemente de superarse a sí mismo. Y creo que ese espíritu no existe hoy en día en los jóvenes, impera el dejarse llevar, el ya veremos, el y qué más da. Así nos va.
Saluditos apretados

ilne dijo...

hola! acabo de encontrar tu blog y me ha gustado.
me gusta que quieras que tus alumnos aprendan y no solo aprueben porque hoy en día nos encontramos con mucho analfabeto funcional. tu esfuerzo vale la pena.

Anónimo dijo...

Es verdaderamente envidiable la de cosas que haces, aunque claro, ....todo sea por la hipoteca.

Yo la verdad es que las veces que me he dedicado a la enseñanza (altruista siempre en ONG's o amigos) han sido cosas muy puntuales,.... pero creo que no podría hacerlo con niños o adolescentes. Para eso hay que tener mucha paciencia,.... y aguantar a los críos, ...y yo de eso poco, y mucho menos si no son míos o no son de mi familia. Para un ratillo vale, .... pero para más no. Es ir a un restaurante y siempre pido fumadores para tener a los pequeños diablillos esos lejos de mi.
Besos!

PD. Mis sobrinos y Mini-maki son los mejores niños con los que he tenido el placer de tratar.

Gaby del Río dijo...

Què maravilla cuando tus alumnos te dan tus lecciones también, no?
Què maravilla!!
Saludos!!
:)

Unknown dijo...

Yo lo hice un tiempo, cuando estudiaba, pero no lo hecho de menos NADA. Como derrochan los padres la pasta en hijos vagos.

Mara Jade dijo...

Durante 5 años fui profe de repaso. Eran casi todo niñas, sólo tuve 2 niños. Unas eran vagas pero inteligentes, otras necesitaban que les prestarn atención, otras eran inteligente y querían más.

Con el tiempo me di cuenta de que algunas ya no eran niñas. Las vi alcanzar la mayoría de edad y fue cuando dejé de dar clase.

Hubo momentos fantásticos pero tengo que decir que me resultaba estresante porque no soy ni maternal ni niñera. Pero fíjate tú por dónde, los padres y las niñas estaban encantados conmigo.

El problema principal era que era yo la que iba a sus casas y llegó un momento que ya no podía más.

Aún tengo contacto con una de mis niñas. Por diversas circunstancias, ahora me da más pena que cuando la conocí.