domingo, abril 27, 2008

¿No te das cuenta de que es primavera?

Será por eso.
Porque es primavera.
Quizás por eso la realidad y la ficción se mezclan. Y las vidas de distintos personajes se difuminan.
Quizás por eso ninguno de ellos presta atención a su alrededor. No se presta atención al calor, a lo que pasa, al brillo de los ojos en el espejo. Simplemente se disfruta. Ellos de dejan llevar.
Aplicando el tercer género para separar lo propio de lo ajeno. Sin apenas poderlo distinguir. Enredados, como yo, en un laberinto, madeja de seda de arañas que aprovechan el placer por el riesgo y la escasez de prudencia.

En este mundo hay que tener dos ojos. Uno el del riesgo. El que se juega toda una noche caminando con los ojos vendados al borde de un precipicio por el placer de llegar a un sitio, quizás a punto de caer, pero rebosando adrenalina. El otro, el ojo prudente. El que compensa al anterior. El que opta por la opción más acertada, mas equilibrada, más certera.
Pero como un angel y un demonio, uno en cada hombro, ambos ojos no se llevan bien. Y en cada momento y en cada decisión es uno el que ha de imponerse.
Siempre cuando la decisión se toma ante una situación de riesgo.

Seguramente nadie sabe ya de que escribo. Supongo que será la resaca, el sol o la oscurida; quien sabe. mañana habrá que volver a la vida cotidiana. Pero hoy aún impera la nebulosa y perder el control. ¡me gusta tanto perder el control!
No obstante, centremos las letras, las frases, las palabras y hablemos de dos ejemplos mientras la música suena.
Esta música dedicada a una buena amiga.

Pero volvamos a centrarnos. Estábamos en el lado pragmático. Ese ojo que nos aconseja sensato.
Empieza un puente. Cuatro días. Mayo. Alguien se escapa; las horas de oficina se terminan. Atrás quedarán los marrones. Atrás quedará el tráfico de Madrid. Atrás quedará el sol agobiante en los parabrisas de un coche en la M30 cualquier viernes prepuente en Madrid. Porque en estos casos siempre es mejor usar el ave. Llegar...aparcar...sentarse en el tren y olvidarse, simplemente, de nuevo, dejarse llevar.
Pero un día así siempre guarda una sorpresa de última hora. Un marrón de esos en los que no puedes evitar acordarte de todo. Minutos apurados, tensión, apaños de última hora para saltar al coche apenas una hora antes de que salga el tren. Los acompañantes esperan ya en la estación. Atocha está a tope. Los billetes, por supuesto, en un coche que sale ahora de la obra. Como Atocha están también la carretera de entrada a Madrid, llena de ansiosos españolitos que buscan su camino de espape en cuanto el calendario les da una oportunidad. Claxon, conexiones telefónicas, acelerones, frenadas, tensión en el atasco, las calles atascadas.
Es entonces cuando la realidad se hace evidente. No es posible llegar, aparcar y entrar al tren a tiempo. Poco tiempo. Pero el justo para que todo el plan se desmorone en un abrir y cerrar de ojos.
Sin embargo nuestro ojo sensato, prudente, nos da la solución. Cierto es que parece arriesgado. Supongo que para decir aquello de "en el riesgo está el placer". Pero es un riesgo controlado.
En las gruas todo el mundo quiso, cuatro días después, conocer a aquella intrépida persona que había dejado el coche en plena salida de autobuses, en doble fila, delante de la cúpula de Atocha. Bajando deprisa, sin un minuto que perder, cogiendo la maleta y cerrando el coche ante la cara atónita de conductores y transeuntes, viajeros, que ni si quiera se atrevieron a decir nada.
La multa es el precio de unas vacaciones para un grupo de amigos. Un precio ¿alto o bajo? Bajo, al menos pienso yo...

En otro punto de la ciudad, también un viernes cualquiera, quizás ese mismo, quizás otro, quedamos para comer. Unos amigos, quizás en algunos casos simples conocidos. Comida replicada que se repite para una puesta al día. Pero, ¡ay la primavera!
No sé, nadie sabe muy bien como empezó aquello. Supong que fue una cuestión de dados. Alguien tiró los dados en el tapete equivocado. Y los dados cayeron, rodaron y marcaron un 12 jugando a un 7. Un doce pierde. Pero es una pequeña victoria. El número más alto. Aún que no sea una victoria de acuerdo con las reglas. Pero llegado a ese punto, supongo que a nadie le importan las reglas.

No encuentro explicación a como todo el mundo se fue y el alma de este, Hugh se quedó sentada en la mesa junto a aquella dama de porte elegante, sonrisa joven y provocadora y pañuelo atado al cuello provocador...como el cigarro que lentamente se consumía entre sus dedos.
¡cuentame! ponme al día pero hazlo con calma...recuerdame otros sitios y otros lugares y arrastrame hasta una tarde de sol en el templo de Debod. Haz que la tierra húmeda del cesped recien regado ponga mi piel de gallina. Hagamos que la velada sea perfecta.
Supongo que desde una visión exterior y objetiva aquello era lo que tenía que ser. Pero envueltos en las risas y los juegos de una tarde cualquiera es difícil darse cuenta de por donde se mueven las sensaciones.
Pero no nos dejemos llevar. La comida fue eso, una simple comida. El café no tuvo nada más de especial. Un bombón de chocolate en el platito a lo sumo. Salir de allí rozandos las manos debió ser un signo que aquella alma aturullada no atisbó a ver.
Sin embargo, el paseo entre risas, entre toques, roces inocentes en torno al edificio faraónico justo a las puertas de Madrid, bajo la mirada despistada de la Plaza de España no se pudo pasar por alto.
Allí el ojo sensato avisó por activa y por pasiva. Dijo que aquello no era lo correcto. Pero el ojo sensato acabó cerrándose dejandose llevar por las sensaciones, el placer y los deseos de lujuria.
Cuando aquellos dedos soltaron el nudo que ataba el pañuelo a aquel cuello cálido supe que no habría vuelta atrás.
De nada sirven en estas ocasiones la imagen de aquel anillo de oro blanco con el que siempre juegan las manos de aquella dama de tez morena. Tampoco la de aquel viaje todos juntos compartiendo vinos el buen marido y el amigo dicharachero. De nada sirvieron los remordimientos y la culpabilidad. Porque el ojo más arriesgado sacaba el máximo partido de la calidez de unos labios, de la sensualidad de unos ojos qe se dejan llevar por el placer y del deseo, el ansia por la pasión.

Así es la primavera. Un juego entre angelitos y demonios. Uno a cada lado, uno en cada hombro. Un juego como este de los posts. De palabras que siembran la duda, que se tornan en este caso con un tono más provocador y algo ajeno a este blog pero que espero que ayuden al lector a desperezarse en esta calida tarde de domingo que se abre al florido mayo primaveral de este 2008.

11 comentarios:

Always Candy dijo...

Primavera de repente, y qué calor hace!

Las palabras, las tuyas, siempre me desconciertan, o al menos,... me cuesta mucho comprenderlas.

Pasa una buena semana, prepuente. Si vas de viaje diviértete!

Muchos besos!

Anónimo dijo...

La confusión es de todos creo, menos de Bosco, creo.
Personalmente considero el Templo al atardecer un lugar especial, bueno en primavera o verano, y no logro a saber por qué. Puede que sea por un reflejo infantil del niño que jugaba allí a la pelota de pequeño, o a lo que puede significar un pequeño grano de arena del desierto (del original)transplantado en un parque de Madrid, tiene algo que no se qué. De todas maneras las fotos quedan mejor de noche.
H.

pennylanebcn dijo...

Un blog muy interesante, acabo de conocerlo y creo que me verás más de una vez por aquí.

Un saludo

Spica dijo...

Dos ojos, separados, unos a cada lado, uno a cada hombro...se lo que dices... Imagínate que será cuando además te sientes aferrada a unas gafas...se convierten en tres y tres.
Cuantas veces al día se me enfrentan??? y no solo en primavera...tanto que temo quedarme vizca de por vida en una de estas.
Estupendo Bosco... hoy me ha gustado bastante leerte.

Rosa dijo...

Los maridos... cuidado con los maridos, no vayan a ponerte uno de esos ojos, el aventurero, un poquito morado :)

Pocas músicas te van tanto como ésta, o al menos a Bosco. De Hugh hecho de menos la canción de Killie Minogue.

Me encanta la primavera, y este año más que nunca en mi vida!

Unknown dijo...

a mi la primavera lo que me pone es caliente caliente como un perro
que dolor!!

besos

...flor deshilvanada dijo...

Ahí la primavera de Mayo y aquí el frío otoño de Mayo...

Me llevo varias flores de tu Madrid, puedo?

Te dejo un beso!

Unknown dijo...

De vez en cuando hay que hacer caso al demonio. Como bien dices, mola perder el control.

Bosco dijo...

Todas las flores que quieras, ¡por spuesto!
Claro que merece la pena perder el control :-)
A los nuevos llegados, bienvenidos!.

Erika dijo...

Siempre es bueno tener vivos los dos lados, cada situación requiere a un ángel o a un demonio y a veces a los dos. Perder el control en ocasiones pues mira puede liberarte y mucho, claro está dependiendo en que situación sea (en este momento está hablando el ángel).Los puentes son un agobio y la primavera no se yo porque con el calor que ha hecho...

Un abrazo

El artista antes conocido como Bosco dijo...

Es una curiosa reflexión. Nunca habría unido la primavera al despertar de la mitad bizarra que llevamos dentro, ni el templo de Debod a desear a la mujer del prójimo.... pero me alegra que tengas ese punto de políticamente incorrecto , aunque sea para sentir la sangre en ebullición en las venas. Genial.