Una sesión de magia siempre resulta divertida. De pequeño me gustaba buscar el truco y descubrir qué se ocultaba detrás de aquellos objetos móviles, aquellas cartas marcadas, aquel silogismo de adivinación...
Era cuestión de intentar demostrar que no había realmente nada mágico.
Sin embargo, ahora me doy cuenta de que, por supuesto no hay nada mágico. Se trata disfrutar del espectáculo. Es una simple cuestión de habilidad. Y lo que hay que admirar no es la supuesta mágia sino la capacidad del mago para engañar a nuestros sentidos; para burlar nuestra guardia.
Y por supuesto aprender de ello...porque en la vida real también podría pasarnos...no? y, eso si, sin estar avisados de que el que está enfrente es un mago.
Entre tanto, nuestro amigo Fran sigue con sus cursos de magia, mejorando sorprendentemente. Este fin de semana pasado, fue su debut. El nombre es lo que no me gustó mucho. Asi que lanzo esta anotación para que propongáis algún nombre para el mago. Si la propuesta gusta, seguro que la acaba adoptando, ¿no?
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