lunes, marzo 27, 2006

Experiencia

Cuando los años pasan, hay un momento en que uno se da cuenta de que se pierde la inocencia y la ilusión por las cosas. A cambio, se gana la experiencia que nos permite apreciar mejor, disfrutar más, de las cosas.
La primera vez que fui a la Pedriza, en Madrid, la ilusión era enorme. Tenía 8 años y lo recuerdo perfectamente porque en la batalla que allí jugamos una piedra me hizo sentir como el enemigo de James Bond al recibir el disparo. Lo digo por la sangre cayendo sobre mis ojos y nublando la vista. Recuerdo la camiseta de ET que teñí de rojo y la cara de profesores, padres...también recuerdo las excusas de un chaval de mi edad...Pero desde luego recuerdo la ilusión de la misión cumplida. La batalla...
La segunda vez fue mucho más reciente. A penas un par de años. El lugar me resultó totalmente distinto. Principalmente porque la zona recorrida fue totalmente diferente. Pero siempre en la zona de recreo. Los amigos que entonces me acompañaron hicieron que el camino fuera divertido, con algún que otro juego (y eso que ya eramos mayores)
Sin embargo, una visión global de la zona, de su cara y su cruz, no la he tenido hasta este fin de semana cuando mi querido Huan me ha llevado hasta la cima, arriba del todo, con paso de escalada por medio incluido, 850 metros de desnivel y ocho horas de camino.
Una excursión sin la viva ilusión de la juventud pero que se disfruta con mucha más templanza; paisajes envueltos en la niebla, esfuerzo recompensado con una cima. La superación de uno mismo.
En fin, tan solo una reflexión.

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